He esperado tantas veces esto. Volver a escuchar mi nombre de tu boca, volver a oir esos 'bicho', notar de nuevo el corazón a mil cuanto te tengo cerca, los vaciles, llamarte idiota y que lo arregles con un puto beso. He esperado tantas veces que volvieras. Estaba harta de leer eso de que las segundas partes nunca fueron buenas, pero se que cada vez que dije que volverías y sería tarde solo me negaba a admitir que lo nuestro se terminó aquel día. He llorado y he deseado con todas mis fuerzas volver a tenerte. Y ahora qué. Después de tanto tiempo, de tantas mierdas, estás aquí, después de todas las veces que no estuviste. Vuelves, y te juro que esas horas contigo no las cambio por nada, y que si, se me ha vuelto a acelarar al verte, al notar tu mano en mi cintura. Pero ya no es lo mismo chico. Nada puede ser lo mismo. Porque me toca pensar en mi ¿sabes? Eso de estar para cuando a ti te de la gana, pues no tio. «Para que nada nos separe que nada nos una.»
08 septiembre 2013
03 septiembre 2013
Él y ella.
17 agosto 2013
Y solo queda el olor a quemado.
¿Notas ese olor? Es el olor del papel quemándose, las palabras perdiéndose entre las cenizas, convirtiéndose en parte de ellas, consumiéndose como si no fueran nada, solo hojas que nadie quiere, palabras que no tienen ningún significado. Como si su destino fuera acabar allí. Y ya no queda nada, solo el olor a quemado, y varios montones de ceniza. Pero, ¿lo ves? Un trozo de papel, enterrado entre los restos de polvo. Está roto. Las manchas negras ya no son manchas, son trazos, curvas, líneas entrelazadas, letras unidas entre si, espacios, comas, palabras. Y una frase. Una frase que ha sobrevivido a aquel caos, tal vez su destino no era acabar hecha cenizas. La letra es irregular, pero clara, como si alguien la hubiera escrito sin pensar, sin necesidad de formar antes las frases en su mente, escribiendo sobre la marcha. Palabras escritas desde el alma. Un 'no me olvides' que acaba siendo una parte más de los recuerdos que alguien ha olvidado. Y solo queda el olor a quemado.
La chica del espejo roto.
Ella era fuerte, pero no tenía ganas. Valiente, pero sin nada por lo que luchar. Ella pedía a gritos que la salvaran y ellos tapaban los gritos con sus risas. Todos a lo que por un tiempo llamó amigos, incluso familia, le dieron la espalda. Estaba sola, sola, con ella misma, y eso la hacia más daño todavía. Cuando lo único que la quedaba la mataba aun más que todos esos mierdas, cuando quedarse a solas con sus pensamientos era peor que las palabras de cualquiera. Mirándose al espejo, llorando y odiando cada detalle, cada sombra. Murmurando, gritando, sola. Las palabras se le clavaban como dagas. Deseando que aquella persona que la miraba con los ojos rojos, llenos de ira desapareciera. Pero seguía ahí, parecía que se reía de ella, de su impotencia, de la rabia. Más gritos y el ruido del cristal rompiéndose en pedazos, todas sus imperfecciones divididas en pequeños trozos chocando contra el suelo. Rota, la chica del espejo estaba rota.
03 agosto 2013
La chica fría.
Al final el que más te sonríe es el que te la lía. El que te prometío que estaría para todo se rie mientras tú lloras. Y acabas dándote cuenta de que la gente siempre te va a defraudar. Es así, ¿sabes? Te acaba jodiendo quien menos te lo esperas, y tú a pesar de todo sigues confiando, y pegándote una hostia tras otra. Te aferras al 'él es diferente' y de nuevo te la pegas tía. Y así hasta que terminas mirando a todo el mundo como si fueran a darte la puñalada en cualquier momento. Te conviertes en la chica fria, la borde, la que a saber que esconde. Y lo que no entienden es que no, que lo que haces es esconderte de ellos. Después de tantos palos como no vas a hacerlo. Y es que tía, trátales como ellos lo hacen contigo, y luego si quieren que te llamen hija de puta, y que tengan razón.
01 agosto 2013
A veces es demasiado tarde.
«Hola nena,
te preguntarás el por qué de esta carta, yo, que nunca he sido de palabras, supongo que porque siempre se me ha dado mal expresar lo que siento. Quizá por eso mismo yo esté escribiendo esto, y tú leyéndolo desde... Ni siquiera se donde estás. Pero ojalá fuera aquí, conmigo, como antes. Te echo de menos ¿sabes? Es tarde para decirlo, igual que es tarde para decir que te quiero, siempre lo he hecho. Nunca te lo he dicho, porque no había sido tan consciente como hasta ahora. Pero es demasiado tarde. Y ojalá pudiera volver atrás, ojalá pudiera compensar todas esas veces que pensé lo preciosa que estabas y no te lo dije. Tú te cabreabas y estabas tan irresistible, y yo solo discutía. Pero nunca te dije lo guapa que te ponías cuando te enfadabas. Ni lo bien que te quedaban esos vestidos, que ahora me doy cuenta de que te ponías solo para mi. Nada de eso fue suficiente. Y ojalá no hubiera sido tan gilipollas, y me hubiera dado cuenta antes. Pero no te escribo para hablarte de los errores que ya sabes que he cometido, se que hice las cosas mal. Porque tú te mereces a alguien que te diga cada día lo feliz que es por tenerte. Y yo nunca he sido así, probablemente ni siquiera llegue a serlo. Pero ahora solo me queda desearte que seas feliz con él, y se que lo eres. Hace días que no te veo, pero la última vez sonreías de una forma que me hizo ver que estabas mejor así, con alguien que sabe como quererte. Y pedirte perdón por todas esas veces que te he hecho llorar. Y leerás esto y seguirás pensando que he sido un cabrón, que soy un cabrón. Y tienes razón ¿sabes? Pero un cabrón que te va a querer siempre, nena, no lo olvides.»
30 julio 2013
Tu risa de fondo.
Por volver a escuchar tu risa de niño pequeño, que ni siquiera ha cambiado. Misma melodía, mismo tono, pero diferente motivo. Supongo que es por eso por lo que nunca volveré a tener ese sonido de fondo. El sonido de las tardes recorriendo las calles, juntos. A veces con tu mano en mi cintura, a veces envolviendo la mía. Pero siempre a mi lado. Caminando hasta que necesitábamos parar de lo cansados que estábamos. Y con el sol o la luna mirándonos, lo que fuera, todos mirando. Llamábamos la atención. Siempre conseguías contagiarme tu risa. Quizá fue por esas tardes por lo que aguantamos todo lo que vino después. Supongo que nos alimentamos de esas risas pasadas, de esos momentos en los que nos miraban por lo felices que eramos, me atrevo a decir que incluso nos envidiaban. ¿Sabes? Decían que deberíamos estar cansados de estar todo el día juntos. Yo me reía, porque hablaban sin saber. No sabían que tú eras la única persona que nunca me había fallado. Porque no eras solo alguien con quien compartir risas, besos, buenos momentos. No, no fuiste solo eso, porque diles las veces que con un nudo en la garganta te dije que te necesitaba. Cuéntales como tú entonces me abrazas y decías que ahí estabas. ¿Cómo iba a cansarme de eso, si aun a día de hoy sigue echando de menos cada momento que viví contigo? Ya fueran buenos, o malos. Ya fueran risas, o lágrimas. Y mírame, tú me has cambiado, he acabado creyendo en todas esas mierdas de eso a lo que aun no me atrevo a nombrar como lo que es, amor. Porque si, hablemos de amor, yo te quise ¿sabes? Aun lo hago, porque ¿cómo dejar de querer a alguien con quien has compartido tanto? No se puede, simplemente no se puede. Pero como todo, se acabó torciendo. Me niego a poner escusas. Tal vez no nos entendimos, tal vez todos ellos tenían razón y era demasiado bonito para ser verdad. Aunque lo fue, se que lo fue, como también se que no volverá a ocurrirme algo así, no como aquello. Porque estuviste cuando más necesitaba oír esas tonterías como que todo iría bien. Y es que sabía que no era verdad, que nada iba a ir bien, pero tú hiciste que todo fuese menos mierda. Y me ayudaste a levantarme antes de que la gente se diera cuenta de que había caído.
Domingos desde nuestra ventana.
Hubo un tiempo en el que los domingos estaban hechos para no salir de la cama. Con la ventana abierta, nos llegaba el ruido de la calle, la gente, el tráfico de los coches. No se, quizá no prestaba demasiada atención a lo que ocurría allí afuera. Supongo que porque para mi en ese momento solo estábamos tú y yo. Ajenos al mundo. Con cara de recién levantados, despeinados, sonriendo. Tal vez eran esas sonrisas de tontos lo que nos delataba. Y es que te juro que cada vez que nos mirábamos estaba segura de que solo existíamos tú y yo. Y es curioso porque no pensé que todo esas fantasías que estaba acostumbrada a leer, esas historias de película, nunca imaginé que escondieran algo de verdad. La verdad que veía en esos mismos ojos, los tuyos, cuando me miraban. Pero como todas esas historias fantasiosas, todo lo que un día me dio la esperanza de haber conseguido construir algo que pensé que ni existía, acabó quedándose en un cuento con final. Y no feliz precisamente, aunque siempre he opinado que no hay finales felices, porque un final, ya en si, es triste solo por el hecho de que termina algo. Hablo del nuestro al menos. Tardé tanto tiempo en admitir que había acabado. Supongo que pensé que diciendolo en alto se convertiría en algo real, ignorando que ya era un hecho. Tú te habías ido, y los domingos siguieron estando hechos para no salir de la cama, pero con el lado izquierdo vacío no era lo mismo. No es lo mismo. Y últimamente paso tanto tiempo mirándo por la ventana, observando a la gente que camina una tarde cualquiera de domingo. Y te busco entre todos ellos. Pero no apareces. Y ya no queda nada de las sonrisas de tontos, ya no quedan nada de esos días en los que tú y yo no pertenecíamos al mundo.
29 julio 2013
Lléname.
Te fumaste un cigarro y te fuiste. Solo un 'adios'. Ni siquiera tuve tiempo para despedirme. Cerraste la puerta y nunca volví a verte. No se con certeza cuanto tiempo estuve mirando aquel cigarro consumido, apagado, tuyo. Tampoco se cuantas horas pasé mirando la puerta, como esperando a que volvieses y dijeses que había sido un error. Pero no lo hiciste. Y recuerdo que esa noche pasé la mayor parte del tiempo sentada, mirando el lado de la cama donde tendrías que haber estado tú. Pero no estabas, y el vacío se me hizo insoportable. Irónico eh, los dos lados izquierdos vacíos, el de la cama y el de aquí adentro. Y ojalá volvieras a llenarlos cariño, ojalá.
19 julio 2013
Es él o tú.
Y llega el momento en el que tengo que decidir entre él o yo. Entre su felicidad o la mia. Entre perderle a él o perderme a mi misma. Y adivina qué he decidido. Si tío, he vuelto a elegirte a ti antes que a cualquier otro, incluso antes que a mi misma. Porque chico, por ti caigo mil veces, a ti te dejo que me la lies cuando quieras. Y seré gilipollas, pero una gilipollas que va a luchar hasta el final por ti, por volver a ser nosotros, y no tú o yo.