30 junio 2013

Unos ojos que buscan algo, o a alguien quizá.

Sus ojos marrones, que al llorar se ponen verdes (y últimamente siempre son verdes.) Las lágrimas que ya se saben el recorrido a la perfección. Los labios, rojos, en un intento de parecer fuerte tal vez. Con su vestido y esos tacones de vértigo. Pero ella el único vertigo que siente es de otro tipo. Del tipo que te da la vida y te la quita al irse. Sonríe, pero solo lo hacen los labios, sus ojos siguen verdes.
Unos ojos que buscan algo, o a alguien quizá. Pero baja la cabeza, porque sabe que no va a encontrar una mirada como la suya.
Mira a toda esa gente que la rodea, parece como si estuvieran a kilómetros y tan solo están a unos pocos metros. Y vuelve a confundirle. Últimamente le pasa siempre. Le ve entre la gente, pero nunca es él. Le parece oir su risa, pero ni siquiera es parecida.
Y ahí siguen esos ojos verdes, buscando a la única persona que puede volverlos marrones.

28 junio 2013

Entre paréntesis porque ya no importa si te echo de menos o no.

(Echo de menos todas esas tardes por Madrid con tu risa de fondo, las veces que recorrimos Gran Vía con tu mano en mi cintura, y cuando después volvía a casa con tu olor aun en mi ropa. Los 'bicho' y el beso en la frente de después. Tú manera de protegerme, cuando me decías que todo iría bien, aunque ninguno de los dos nos los creyésemos. O cuando otro chico me abrazaba y le decías 'eh, que es mia'. Me flipaba verte celoso.
Los 'te quiero' mirándome directamente a los ojos. Aquellos cigarros que compartimos. Cuando me besabas delante de todo el mundo pero parecía que ahí solo estábamos tú y yo.) Y entre paréntesis porque ya no importa si te echo de menos o no.

27 junio 2013

Porque me sonreía y se me acabó haciendo tarde.

Se que es esa sonrisa la que me la ha liado hasta el punto de necesitarla yo misma para sonreir. Se que cada vez que le veo se me corta la respiración. Que por él he acabado convirtiendome en una de esas pibas que darían la vida por esos ojitos, una de esas que juré no ser nunca. Que desde que le conozco he sabido que esa jodida sonrisa me iba a traer problemas, y me ha dado igual. Y esa es la putada. Que no me importa si me conviene o no, porque me pierde, hasta con sus caras largas. Y por él mandé a la mierda eso de pirarme antes de terminar pillada, porque me sonreía y se me acabó haciendo tarde.

Y te espero, aun sabiendo que no vas a venir.

Aun sigo vistiéndome cada mañana como para impresionarte. Todavía llevo aquel perfume que te encantaba y de vez en cuando me pongo ese vestido que tanto te gustaba quitarme. Sigo yendo cada tarde a nuestro parque. Me siento en el banco donde siempre me esperábas. Aun te recuerdo ahí sentado, con un cigarro en la mano, y mirando al suelo. Me costaba tanto llegar a ti, nunca sabía en que estabas pensando. Pero ahí estabas tú. Levantabas la cabeza, me mirabas y sonreías. Y te juro que en ese momento sabía que me querías. Pero últimamente no te veo mucho por ahí. Cuando llego y me acerco a nuestro banco solo veo unos cuantos cigarros consumidos. Nada de ti con uno en la mano, y nada de esa sonrisa que me daba la vida. Pero ahí estoy yo, me siento y te espero, aun sabiendo que no vas a venir.

Quererte y no tenerte.

Dime qué cojones hago con los mensajes, con las fotos, con los regalos. Puedo borrarlos, quemarlas o tirarlos. Puedo deshacerme de cualquier cosa que tenga que ver contigo. Puedo dejar de escuchar todas las canciones que me recuerdan a ti. Pero, ¿con los recuerdos que hago? Con tus besos en la frente, con cada una de tus palabras, con tus promesas rotas, con las tardes que pasamos juntos, con tus besos de 'buenos días'. ¿Qué hago con todo eso? Porque no puedo ni borrarlo, ni quemarlo, ni tirarlo. Y esa es la putada, que por mucho que me desahaga de todas tus cosas, por mucho que me empeñe en no pensar en ti, tú siempre vas a estar ahí, en mi cabeza, y en cada uno de los rincones en los que me besaste, en las calles que recorrimos cogidos de la mano, en el callejón donde nos encontrábamos cada mañana. Estarás sin estarlo, y eso es lo jodido, quererte y no tenerte.

01 junio 2013

Enséñame a olvidar.

Empezó con esos ojos en los que me perdía, los mismos que ahora me miran con esa indiferencia que me mata. ¿Cómo puedes hacer como si nada hubiese pasado? ¿Cómo puedes ignorar que un día fue a mi a la que le dijiste que la querías? Enséñame, porque yo no puedo. No puedo olvidar nada de lo que vivimos juntos. Tal vez para ti fueron cosas insignificantes. Posiblemente ya ni las recuerdes. Pero a mi cada tontería me hacía feliz. Porque eras tú el que hacía que me durmiera cada día con una sonrisa de tonta y eras tú el que me hacía despertarme con ganas de ir al instituto. Y eso pocos, por no decir nadie.

Un café, un cigarro y mis ganas de verte.

El beso de por la mañana como rutina, pero una rutina de esas de las que nunca me cansaría. Tu carita de dormido, mi sonrisa de tonta. Compartiendo un cigarro y un momento. Siendo dos tontos ajenos al mundo. Y de esas cosas que no cambiaría por nada. Como cuando entre beso y beso de fondo sonaba una canción, siempre una diferente. O como cuando me llamabas fea y me hacías la fea más feliz del mundo. O los 'te quiero' al oído. Como me hacías temblar cuando me susurrabas, chaval. Sabías que ese era uno de mis puntos débiles. Conocías cada uno de ellos. Tú eras mi puto punto débil.